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Aquí me presento con estas palabras arrancadas a rasgos de mi corazón y de mi alma.
Sin embargo, esto no debe malinterpretarse, no. Yo soy el Sombrerero y aunque mi nombre es conocido, no es relevante; mi corazón y mi alma son tan fuertes como sensibles.
En el transcurso de esta vida petaca, nos han bombardeado con información tan confusa como contradictoria; cuando niños nos leían historias de duendes y hadas para dormir y soñar, al crecer, nos jalaron los pies al suelo diciéndonos que los sueños no eran más que eso y que había que vivir y padecer la realidad.
Pero todo tiene un momento, y Elphaba, renegando de los príncipes azules, se encerró en su alta torre de una sola ventana que miraba hacía acá: lejos de Oz, en los profundos bosques de Wonderland.
No era necesario más, esa ventana y una invitación a la hora del té hicieron lo más difícil. Lo demás, aunque rocoso, ha sido un andar tranquilo.
Entre Oz y la tierra del Sombrerero vivimos pues juntos creamos un mundo que existe por y para nosotros.
Quizás es difícil comprender que no existe tal cosa como la Tierra Prometida, pero el deseo del sueño no ceja ni termina jamás. Un metro a la vez, un ladrillo a la vez, una meta a la vez. No hay prisa, hay ganas, todas las del universo.
No ha nacido el lingüista capaz de manufacturar con delicada filigrana las palabras precisas para hablar de lo que es absoluto, así que lo intentaré yo:
"Aunque nuestros proyectos parezcan más grandes que el mismo cielo inmenso, mi sombrero siempre estará para llevarte en cualquier viaje que juntos emprendamos; aunque la realización parezca a ratos inalcanzable, no hay ninguna razón en todo el mundo que me haga pensar que una vida a tu lado pueda estar incompleta.
Ninguna."
Te amo Elphaba...
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jueves, junio 17, 2010
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