viernes, septiembre 24, 2010

El ultimátum

Este cuentito lo escribí para HD-B (que en paz descanse) y me gustó mucho, así que quise rescatarlo. Se los dejo:

Las uñas rojas de Deessa golpean el teclado con fuerza mientras sus ojos atentos a la pantalla no dejan salir las lágrimas que los inundan. Casi podría ver del otro lado del monitor al destinatario del mail que escribe, pues conoce perfectamente su rutina; en este momento estará llegando a su oficina con un café deslactosado en la mano, se quitará el saco y se sentará en su escritorio para comenzar a trabajar interrumpido de cuando en cuando por cursis charlas en el mensajero con esa mujer, la causa de sus lágrimas, la enemiga a vencer, quien hoy por fin desaparecerá de su vida.

Había sido suficiente de citas a escondidas en hoteles de lujo y llamadas en medio de la noche, algunas respondidas, otras no, dependiendo de la compañía. Desde la primera vez que lo vio lo había querido para ella y siempre se salía con la suya, ésta no sería la excepción. No importaba que él dijera estar enamorado de otra, Deessa sabía lo que veía en sus ojos cuando la miraba, cuando besaba con furia sus labios pintados de rojo intenso, cuando acariciaba su piel blanquísima. No quería, ni podía, seguir viviendo sin él y sabía que él tampoco querría vivir sin ella. Ésta, era la prueba final.

[Mientras tanto, David llega al centro de cómputo, su lugar de trabajo. El día no pinta nada bien, el América perdió de manera abrumadora el fin de semana y sabe que sus compañeros se burlarán hasta el cansancio del rompevientos azul y amarillo que, a pesar de todo, lleva con orgullo. Llueve y fue complicado poderse subir al metro entre tanta gente. Cuando estudió para técnico en informática y computación, creyó que le esperaba un futuro mejor, mejor que los gritos mañaneros de Raúl, su jefe, porque algún servidor se cayó. Avienta su mochila fastidiado entre las rechiflas de sus compañeros y se dispone a ver que ha pasado con la red institucional en el transcurso de la noche.]

Deessa, después de leer por enésima vez lo que ha escrito, por fin presiona el botón “Enviar”. No hay posibilidad de error, sabe que en cuestión de segundos, él recibirá su ultimátum. Toma un poco de agua con la pastilla. Dos horas es más que suficiente para que él lea el correo, salga apresurado de su oficina y llegue a tiempo. Lo conoce, nunca podría renunciar a ella aunque insista en decir que sólo la desea.

Vuelve a pintar sus labios de rojo, se mira en el espejo. Se ha puesto aquel coordinado negro que a él le encanta y los zapatos rojos que lo enloquecen, quiere verse bonita para recibirlo en el momento en que por fin dejen de ser un secreto. Tal vez le dolerá un poco dejar a esa mujer con la que comparte su vida, siempre habla maravillas de ella, pero poco a poco, perdido en sus brazos, se olvidará de los otros que lo han abrigado por las noches, hasta hoy.

[Mientras David comenta con sus compañeros el arbitraje del juego de ayer, tratando de defender a sus Águilas queridas, el jefe sale de su oficina exaltado preguntando por qué no está en su lugar. Hay un problema con el servidor de correo, los mails no están llegando. David corre a su lugar y verifica la funcionalidad de la red, el servidor no está respondiendo, tal vez deba reiniciarlo.]

Deessa se recuesta en la cama y cierra los ojos. Una dulce somnolencia se apodera de ella, recuerda los ojos de Raúl, su amante, puestos sobre su cuerpo y sonríe esperando verlo entrar corriendo de un momento a otro por la puerta. Tal vez la reprenda un poco, pero ya está acostumbrado a sus locuras; al final, todo saldrá bien. A lo lejos, escucha el teléfono, pero no tiene fuerza para contestarlo. Quizá dormirá un poco, segura de que él la despertará con sus besos…

[David mira triunfal el monitor, la recepción de correos se ha reestablecido. El servicio se suspendió solo por unos minutos y tal vez algunos de los correos enviados en ese lapso se hayan perdido. Pero nada de vida o muerte…]

miércoles, septiembre 22, 2010

Take a sad song...

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‘Hey Jude, don't make it bad
Take a sad song and make it better’


Un frío día de 1968, un niño está sentado en el suelo abrazando sus piernas; con el oído pegado a un viejo estéreo, disfraza el sonido de los gritos con música. Quién sabe qué tanto sepa, quién sabe qué tanto haya escuchado o visto. Tal vez un par ojos rasgados vienen a su mente como culpables de su destino. Pero sólo es un niño, nadie lo entiende y quizá a nadie le importe entenderlo.

Esa tarde, un viejo amigo de la familia lo visita, toma su guitarra y toca una canción que habla de él, que lleva su nombre. Ese amigo sabe que el niño es muy pequeño para cargar el mundo en sus hombros y que juega a estar bien ante un mundo que se vuelve, a su entender, cada vez más frío. Así que decide cantarle un consejo que yo describiría así:

Cuando las cosas no salen como queremos, cuando la vida nos pone en lugares donde nunca quisimos estar, siempre hay dos caminos: hundirnos en el desconcierto y la amargura o hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos. No es fácil optar por lo último, se requiere coraje, valentía y un poco de fe.

Sin embargo, fuiste hecho para salir al mundo y obtenerlos. No tengas miedo, toma una canción triste y mejórala. Guárdala en tu corazón para cuando sientas dolor y recuerda que eres tú y sólo tú el que tiene la fuerza necesaria para mejorar cualquier situación por mala que ésta parezca.
“Es muy extraño pensar que alguien ha escrito una canción sobre ti. Eso sigue conmoviéndome” dijo Julian Lennon, aquel niño asustado, años después de que Paul McCartney escribiera ‘Hey Jude’ para consolarlo cuando era inminente el divorcio de sus padres. Desde entonces, esa canción ha retumbado en miles de oídos que han encontrado en su letra y música la esperanza y el valor para sobreponerse a cualquier situación adversa.

¿Cuál es tu canción triste? Busca dentro de ti, encuéntrala. ¿Puedes mejorarla? Inténtalo, tal vez sólo estás esperando a alguien para que la toque contigo. Pronto llegará.
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