jueves, febrero 04, 2010
Del amor y otras quimeras (Parte 2)
Mucho tiempo después, pero aquí está la segunda parte, para la leer la primera, vayan aquí:
I. París
II. La noche
Ella lo observaba desde lejos, como siempre. Se había acostumbrado ya a esos periodos de indiferencia que usualmente concluían con un gesto encantador. Ella vivía para esos momentos que daban una tregua a su ya raquítica esperanza.
Sentada a la orilla del lago, levantó sus ojos para alimentar su alma con aquella sonrisa. No era necesario, podía cerrar sus ojos y aún verla. Él descubrió su presencia de repente y fue a sentarse a su lado sin decir nada. Entre ellos había siempre más música que palabras. Una canción repetida hasta resultar parte del ambiente sonaba a lo lejos y él acercó su boca para canturrear en el oído de ella las notas bajas de un instrumento imaginario, dio un trago al whisky que llevaba en la mano y ella se lo quitó para hacer lo mismo con una confianza que se había ganado casi desde el principio. Le sonrió levemente y desvió su mirada hacia la nada temiendo delatar con su mirada lo evidente.
La velada transcurría sin sobresaltos. Se había hecho costumbre aguardar el amanecer en medio de copas, música y risas. Se había vuelto desvelada por culpa de aquel canto que la había atrapado sin remedio. Desde el primer día se había convertido en actriz de un papel que cada vez se volvía más complicado desempeñar: amiga. De hecho, últimamente había notado que su actuación no engañaba a nadie. Era solo una farsa en la que todos –incluyendo él- participaban con el fin de evadir la realidad que no debía ser contada.
Había momentos en que casi lo sentía suyo. Hubiera dado cualquier cosa por leer su mente cuando la miraba sin dejarse mirar, o mejor, por explorar su corazón en busca de su propio nombre. Todo en él era contradictorio: su actitud, su presencia y también su ausencia. Y ella se había negado a averiguar la verdad presintiendo que no habría una respuesta satisfactoria a sus interrogantes, ni un desenlace feliz para la verdad.
Se distrajo un poco de la turbación que siempre le producía su cercanía charlando con los demás festejantes de nada. Sin embargo, no podía concentrarse en la anécdota que provocaba la risa de los concurrentes. Él tampoco reía, pensando en algo que ella no quería imaginar por el miedo a descubrir a aquella tercera (segunda, en realidad) persona que casi nunca nombraban. Era tan difícil y tan doloroso ponerse en contacto con la realidad en esos momentos que preferían pretender que no existía, mucho menos nombrarla. A ella todo le parecía tan perfecto que hubiera querido gritarle para hacerlo darse cuenta de lo que habían encontrado tan tarde. Pero callaba.
Dentro de poco sería tiempo de tomar café. Se levantó y caminó hacia el interior de la cabaña para preparar un poco. Extrañamente, rompiendo la rutina, él la siguió. Lo que ocurrió después se encontraba borroso en sus recuerdos, tal vez por el whisky, tal vez porque así era mejor. Sólo lo recordaba acercándose mucho más de lo que se había acercado jamás y besándola sin titubear. Recordaba también la sensación de gozo exultante que sintió su corazón y su cuerpo. Su razón –la de los dos- se extravió en ese momento, y no la volvieron a ver hasta la mañana siguiente, con una resaca que aún no se acababa.
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1 comentario:
Resulta casi natural ser objetivo cuando tamañas letras se clavan en el diafragma provocando un hueco difícil de explicar pero tan sencillo de sentir.
La musa del dolor te habló al oído en cierto nivel de conciencia y eres tan capaz como especial para crear esto que has logrado.
Yo lo sé, lo supe con el primer Solo..., y al pasar del tiempo y las letras y los sentimientos plasmados me convenzo más de tu talento. Uno de tantos.
No hay porqué preocuparse por los gerundios o las comas o las frases que comienzan con verbos. No en tu caso, no para mí. Cuando la esencia es capaz de provocar tantas cosas, ¡qué más da lo demás!
Y sí, me gusta. ¡Mucho!
Y te amo, por esto y por todo...
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