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"As we live a life of ease
everyone of us has all we need
sky of blue and sea of green
in our yellow submarine. "
Creo que ya dije por acá que no soy una persona...mmm... digamos, fácil de tratar. Y si no es fácil convivir conmigo unas horas, muchísimo menos lo es vivir conmigo. No sólo porque siempre me despierto de mal humor y soy desordenada e individualista, sino porque usualmente llego de trabajar cansada y sin muchas ganas de hablar.
Cuando compré mi departamento, sinceramente soñaba con por fin tener un espacio sólo mío, en el que pudiera hacer y deshacer sin que nadie me dijera nada y sin tener testigos de mi desorden o mi desnudez (bueno, no es que me guste andar bichi cori por la vida pero siempre es bueno saber que se tiene la opción, jeje). Además, después de haber vivido con Worst-mistake-ever, estaba, como decía mi abuela, "curada de espanto" de la convivencia matrimonial.
La vida me llevó por otro camino y de repente me encontraba completamente ilusionada por compartir ese espacio con el amor de mi vida. Las decisiones que originalmente hubieran sido sólo mías se convirtieron en decisiones de dos y eso no me representó ni incomodidad ni molestia, al contrario. Sin embargo, antes de hacer de esta convivencia algo oficial, guardaba cierto miedo a que mi carácter (heredado de papá quien, por cierto, mejor vive solo) ocasionara peleas y discusiones que arruinaran la hasta entonces perfecta armonía del Paketín arcoíris.
Y ahora que somos la familia Galleta, me he sorprendido despertando sin mal humor, mismo que también desaparece cuando llego a casa por más cansada que esté, pero no es mérito mío. Pero es que díganme, ¿quién demonios podría despertar de malas si lo despiertan con muchos besos, un jugo de naranja con sábila para la gastritis y un yogurt de manzana? o, ¿quién podría seguir recordando las 30 veces en el día que fue llamada a la oficina de Jefe Beepo si al llegar a casa está la mesa puesta, una deliciosa cena preparada con todo el amor del mundo y la perspectiva de una noche apasionada?
Y los planes siguen y crecen y vuelan. El polvo y mis pelos se acumulan en los muebles y la regadera y seguimos sin tener quien nos ayude con la limpieza; nuestro quehacer de fin de semana sirve para malditasealacosa gracias a la construcción de al lado y mi planta favorita por más que le hable se seca.
Pero el próximo papá Galleta permanece al pie del cañón impidiendo que mi mal humor aparezca. Y mi desnudez siempre se la debo a él, y los ratos de risas y de pasión también. Y yo nunca en toda mi vida me había sentido tan feliz, como ahora que por fin tengo -tenemos- un hogar.
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Cuando compré mi departamento, sinceramente soñaba con por fin tener un espacio sólo mío, en el que pudiera hacer y deshacer sin que nadie me dijera nada y sin tener testigos de mi desorden o mi desnudez (bueno, no es que me guste andar bichi cori por la vida pero siempre es bueno saber que se tiene la opción, jeje). Además, después de haber vivido con Worst-mistake-ever, estaba, como decía mi abuela, "curada de espanto" de la convivencia matrimonial.
La vida me llevó por otro camino y de repente me encontraba completamente ilusionada por compartir ese espacio con el amor de mi vida. Las decisiones que originalmente hubieran sido sólo mías se convirtieron en decisiones de dos y eso no me representó ni incomodidad ni molestia, al contrario. Sin embargo, antes de hacer de esta convivencia algo oficial, guardaba cierto miedo a que mi carácter (heredado de papá quien, por cierto, mejor vive solo) ocasionara peleas y discusiones que arruinaran la hasta entonces perfecta armonía del Paketín arcoíris.
Y ahora que somos la familia Galleta, me he sorprendido despertando sin mal humor, mismo que también desaparece cuando llego a casa por más cansada que esté, pero no es mérito mío. Pero es que díganme, ¿quién demonios podría despertar de malas si lo despiertan con muchos besos, un jugo de naranja con sábila para la gastritis y un yogurt de manzana? o, ¿quién podría seguir recordando las 30 veces en el día que fue llamada a la oficina de Jefe Beepo si al llegar a casa está la mesa puesta, una deliciosa cena preparada con todo el amor del mundo y la perspectiva de una noche apasionada?
Y los planes siguen y crecen y vuelan. El polvo y mis pelos se acumulan en los muebles y la regadera y seguimos sin tener quien nos ayude con la limpieza; nuestro quehacer de fin de semana sirve para malditasealacosa gracias a la construcción de al lado y mi planta favorita por más que le hable se seca.
Pero el próximo papá Galleta permanece al pie del cañón impidiendo que mi mal humor aparezca. Y mi desnudez siempre se la debo a él, y los ratos de risas y de pasión también. Y yo nunca en toda mi vida me había sentido tan feliz, como ahora que por fin tengo -tenemos- un hogar.
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2 comentarios:
Es un hogar, nuestro hogar, que pronto estará lleno de manchas de manecitas en las paredes y de piecesitos en el piso y en la alfombra.
No importan las jaboneras rotas ni los hoyos en las paredes ni las plantas que no quieren vivir ni la capa de polvo que nace por generación espontánea; lo que importa es que es nuestra casa, sólo nuestra, tan nuestra como el calor que sale solamente de la regadera cuando ...
Jajajajajajá "Worst-mistake-ever" Jajajajajá, ¡Ay mana yo creo esos que los colecciono yo!...
Me alegra mucho lo que les esta pasando, sinceramente.
Y Ojala el nuevo bebé galleta les traiga mucho más amor y alegria.
Un abrazote!
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